lunes, 14 de noviembre de 2011

La adaptabilidad del Darwinismo

En este sentido parece tener razón T. S. Kuhn cuando afirmaba que los paradigmas científicos hacen que veamos el mundo de una manera determinada, que en cierto modo los que sustentan paradigmas distintos viven en mundos distintos y que el cambio de un paradigma a otro se produce por una especie de conversión. No existirían argumentos puramente lógicos para el paso de un paradigma a otro, existiendo muchos elementos, condicionantes externos, sociales, económicos e intelectuales que intervendrían en el cambio de paradigmas. 

La cosmovisión darwinista, cuyos principios fundamentales como el gradualismo y el puro azar son muy cuestionables y, cuyo aspecto central, “la selección natural” o supervivencia del más apto es pura tautología, irá siendo cada vez más puesta en entre dicho, y en su defensa fagocitará las propias visiones que lo vayan cuestionando. 

Pondré un ejemplo reciente. En un revista digital de la UNAM plantea el articulista José Narro Robles esta cuestión ¿es perfecta la teoría de Darwin? Responde que no, pero prosigue diciendo que las diferencias no son insuperables y que dentro del evolucionismo contemporáneo se han desarrollado concepciones innovadoras basadas en (aquí viene la sorpresa mayúscula) la dialéctica, la teoría de sistemas o el holismo que intentan con éxito superar los fallos. 

Pero si precisamente desde la teoría de sistemas o desde el holismo se pone en un brete a la visión darwinista, ¿cómo es que el propio darwinismo asume estos avances como logros?. La respuesta la podemos encontrar en el mismo Kuhn, cuando afirma que las revoluciones se van dando invisiblemente. 

Mirando desde una perspectiva histórica, puede ser que ya estemos en el centro de la revolución, creyendo eso sí, que estamos echando incienso a Darwin. Quizás esto es lo que ocurre con nuevos paradigmas teóricos como el de “Evo-Devo” antes citado, que cuestionando los principios fundamentales del neodarwinismo, aún creen que lo están completando (Nuñez de Castro, Emilio Cervantes). 

Mientras tanto, como el ser humano vive en un espacio de razones y las ideas que tenga sobre el cosmos y sobre sí mismo le humanizan o deshumanizan, habrá que plantearse si la visión competitiva, de lucha sin cuartel, de triunfo del poderoso justificado como el más apto, etc, sirven para generar un mundo más humano y plantear un futuro esperanzado o no. 

La teoría de Darwin ha biologizado la realidad en todos sus dominios, como afirma Carlos Castrodeza. El principio de selección natural impera en un mundo donde prima la lucha, el sufrimiento, la injusticia. Pero más que un principio físico es un principio metafísico que, extrapolado de una teoría social, impregnó la cosmovisión naturalista. 

Considero que una visión en la que se plantee la realidad natural desde claves de interdependencia y cooperación, donde se haga resaltar el equilibrio propio de los biosistemas, es mucho más humanizadora. Quizás sea hora de invertir el proceso: si a mediados del siglo XIX una teoría social sirvió de marco para interpretar la naturaleza, llegando a impregnar nuestras mentes de conceptos tales como lucha, poder, o modelos competitivos, ahora sería conveniente que una visión holística de la naturaleza basada en el equilibrio de los ecosistemas pasase a la sociedad humana planteando otro tipo de relaciones entre los hombres.

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